martes, 30 de noviembre de 2010

Continuar la historia

"Al caballero Arnaldo les gustaba comer las setas asadas con la salsa de la carne"

Era la única comida que podía costearse con el poco dinero que le quedaba. Mientras comía, dos hombres se le acercaron y le preguntaron si podía compartir algo de su comida con ellos, pues eran más pobres y llevaban días sin comer. El caballero no se fiaba mucho de ellos, pues sabía que por esa zona había mucho bandido y ratero...

5 comentarios:

  1. Arnaldo les miró de reojo sin contestar ni una sola palabra. Se quedaron un rato mirándole esperando una nueva respuesta. Ante su persistencia, se vio obligado a reconsiderar sus razones por los cuales íba a rechazarles. Eran muy jóvenes, no habrían cumplido aún los dieciocho años y ya estaban estigmatizados por la pobreza. Algo dentro de él se rebeló. ¿Por qué la vida es tan cruel e injusta? Tenía necesidad de buscar algún culpable, pero no lo encontraba.

    ResponderEliminar
  2. Asique esa comida, Arnaldo la pasó acompañado.Resultó que estos muchachos eran de Salmantusa, aldea natal de nuestro querido Caballero. Asombrado de esta coincidencia, Arnaldo les preguntó con curiosidad, si por casualidad se acordaban de Dorilá, la hija de la panadera. Hacía tiempo que no sabía nada de ella, y es que esta muchacha tenía guardado un hueco en el corazón de nuestro soñador Arnaldo...

    ResponderEliminar
  3. Casualmente, ¡¡Dorilá era la hermana de uno de ellos!! Y le estuvieron contando que hacía tiempo que se había ido de la aldea, quería cambiar su vida, poseer un futuro mejor.
    Así que se había ido en busca de un príncipe con el que poder casarse y ser, junto a él, la reina de algún lugar que la hiciese importante.
    Arnaldo entristeció, pensó que jamás volvería a verla y, sobre todo, que jamás podría decirla todo lo que piensa.
    Los nuevos amigos de Arnaldo le dijeron que ella no deseó nunca nada tanto como que Arnaldo se le declarase, pero, al irse él con sus andanzas, decidió olvidarle.
    Arnaldo, decidido y confuso por lo que podría encontrarse, emprendió la marcha, acompañado de sus amigos, para reencontrarse con Dorilá.

    ResponderEliminar
  4. Recorrió todas las aldeas cercanas, sin hallar rastro alguno de Dorilá, sus amigos decidieron descansar en la aldea de la aceituna, pero Arnaldo no desistió y continuó su camino.
    Caminó y caminó hasta que sus pies, doloridos por el cansancio, se lo impidieron.
    Se tumbó en la espesa hierba, y de repente, vio algo moverse en unos matorrales cercanos...
    (Sara Ortiz López)

    ResponderEliminar
  5. Aguzó la vista y los oídos para saber qué era. Para su estupor era Dorilá, sucia y con un hombre apuntándole con un arma de fuego. El hombre reclamada a Arnaldo sus pertenencias a cambio de la vida de la muchacha que había salvado, según él, de la espalda del rey ciudad Calabó. Arnaldo le entregó todas su pertenencias y se quedó con Dorilá. Pero cuando re emprendieron el viaje de vuelta...

    ResponderEliminar