Bajo mi cama, a día de hoy, no hay nada interesante. Mi cámara digital no funciona para nada bien. Podría haber cogido una foto de Internet y ponerla aquí y hacer como si fuera la mía, describir lo que veo y ya está. Pero al fin y al cabo es mi cama y no voy a...engañarla con otra.
Bajo ella sólo hay ropa de verano, guardada, y algunos cuadernos donde hacía mis dibujos cuando estaba en el colegio. Cuadernos doblados, viejos, nuevos, terminados, inacabados, con su portada limpia, otros con sus portadas sucias, con hojas dobladas, otras lisas y otras que arrugué pero guardé. Los dibujos son de todo tipo, reflejo todos ellos de mi personalidad y de mi estado de ánimo de aquel momento: alegres, tristes, copiados, inventados, sucios, de trazo delicado, pintados con cualquier cosa que cayera en mis manos, incluso retratos de personas que fueron importantes en mi vida y que poco a poco fui olvidando. Los miro a veces, pero nunca terminan de gustarme. Siempre podrían ser mejores de lo que son, como si les faltara algo más, pero no se el que...serán cosas mías. La ropa está apilada y ordenada como si mis días de verano ya estuvieran determinados.
En mi cuarto tengo libros de todo tipo. Alguno con tapas tan coloridas que cuando veo la colección junta no puedo evitar pensar en un arco iris. Son esos libros los que leía cuando era pequeño. En mi mesilla de noche tengo los libros pendientes por leer, apilados, retando a la gravedad. No recuerdo lo que tengo que hacer de un día para otro, pero es retomar uno de esos libros y acordarme de todo lo leído tiempo atrás. Intento cambiar la monotonía que reina en mi cuarto siempre que puedo guardando objetos, por insulsos que parezcan, que me regalaron personas importantes en mi vida o que me recuerdan a ellos. Para mí nunca serán meros objetos.
Como no me gusta lo que hay, voy a describir lo que sí me gustaría que hubiera. Me gustaría que bajo mi cama estuvieran aquellos cómics que leí cuando era pequeño (y joven también) antes de que mi padre decidiera que yo ya era mayor para esas cosas, que era perder el tiempo leerlos y que había que hacer sitio para cosas más importantes. Tal vez un diario, ¿por qué no? Siempre he querido dar a mi madre la oportunidad de que leyera un diario mío a escondidas. A lo mejor nunca he tenido ninguno porque esos cuadernos con dibujos son mi diario. Zapatillas de fútbol mojadas con el césped aún pegado, pósters, desorden, ropa sucia,...
No se que más decir. Sólo que si algún día tengo hijos y en sus cuartos guardan cómics, no son muy dados al orden, tienen diarios, llenan las paredes de pósters y tiran la ropa sucia al suelo de su habitación, les diré... que hagan una foto y describan su cuarto.
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